La liberación de este ejemplar de la fauna autóctona, se llevó a cabo en las Sierras de San Luis, específicamente en los cerros Altos del dique Esteban Agüero, sitio que fue elegido minuciosamente por los técnicos.
Durante seis meses técnicos del Ministerio de Medio Ambiente, a cargo del Lic. Eduardo Gomina, pertenecientes a Áreas Protegidas de la provincia trabajaron pacientemente en restaurar el estado de salud psicofísico del ave más emblemática de América, relacionada con la independencia de nuestro continente: el cóndor andino.
A fines de primavera, un conocido productor de la zona de Valle Pancarta se acercó a la Reserva Floro faunística de La Florida trayendo en su camioneta un cóndor macho en estado crítico. El poblador comentó que lo había hallado en un estrecho desfiladero entre dos cerros y que temió fuera víctima de un arma de fuego, debido a que en la zona había alguien que estaba cometiendo esas atrocidades. Ya en otra oportunidad había encontrado otra ave similar “crucificada” en un alambrado.
Los técnicos resaltan que el cóndor no es un depredador sino un ave carroñera, y por lo tanto no hace daño a animales vivos, por más pequeños que ellos sean. El cóndor fue llevado de inmediato a la jaula de recuperación donde se realizó el diagnóstico y tratamiento de sus heridas físicas, no había balazos pero sí un estado avanzado de desnutrición y varias contusiones y luxaciones. Tres meses demoró el personal de Áreas Protegidas en curar sus heridas. Hubo mucho cariño puesto en el trabajo, como siempre, cuando se trata de recuperar cada animal que llega a la Reserva.
El imponente animal comenzó a reaccionar psicológicamente y buscó extender sus alas en toda su magnitud, probó inclusive su intrínseca habilidad de volar. Esa fue la señal para que la gente de Áreas Protegidas decidiera pasar el ave a la jaula de las voladoras.
Finalmente el martes 12, tras una semana previa de atenta mirada de “Don Carlos”, encargado de La Florida se estuvo seguro de que el cóndor estaba listo para valerse por sus propios medios. La jaula le quedaba muy chica.
Los profesionales del Ministerio de Medio Ambiente trasladaron el ave a los altos cerros al Oeste del dique Esteban Agüero, buscaron minuciosamente el lugar. La mañana era perfecta, la brisa muy suave. De pronto se abrió la puerta de la jaula y el cóndor salió, por momentos pareció respirar profundo con paciencia, miró a su entorno, nunca a los técnicos, sí a la inmensidad que tenía delante. Extendió sus imponentes alas en toda su envergadura (alrededor de dos metros y algo más), y sin más que dos pasos inició su vuelo. Arriba los esperaban tres congéneres que desde hace rato daban vueltas muy alto.
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